domingo, 11 de enero de 2009

CRÓNICAS Star Wars -01-


“VIEJA SABIDURÍA”


—Dicen que en este árido planeta viven unas criaturas que se le alimentan sólo de clones.
El capitán Hock levantó ligeramente su subfusil blaster y observó la punta. Quizá se preguntó si su fiel arma serviría para repeler esa clase de peligro.
El Maestro Jedi Noky Alongh le miró inexpresivo.
—Capitán —dijo—, no es por ofender, pero es la mayor estupidez que he oído esta mañana.
—Lo siento, señor.
El Jedi continuó caminando por el desierto con los brazos cruzados y la barbilla alzada.
—Tampoco es que tenga demasiado mérito. Me acabo de levantar y ésta es la primera conversación del día. —Miró al clon por encima del hombro—. Con esto no quiero decir que no le devoren a usted, si esas criaturas tienen ocasión. Pero a este viejo de piel dura y escamas tampoco le harán ascos. —Sonrió ante el pensamiento que estaba a punto de convertir en palabras. Le encantaba su propio sentido del humor—. Aunque a mí me dejarán para el final.
Ninguno de los clones que le acompañaban hizo el menor comentario o muestra de reírle la gracia. Alongh volvió a mostrar una expresión seria. Señaló con el dedo a la enorme duna que tenían a sólo unos metros. Aún no había empezado a odiar ese planeta como ya odiaba otros de tipo desértico arenoso, pero no parecía que le quedara mucho para terminar haciéndolo.
—Deberíamos encontrar esa nave justo al otro lado de esa duna —dijo.
El capitán Hock se acercó por su derecha y le miró sólo un segundo, después volvió la vista al frente y se destacó del grupo.
A su espalda, el viejo Jedi se detuvo y alzó la mano. El resto de los soldados de la República se detuvo en el acto.
—Dígalo de una vez —ordenó Alongh al capitán clon.
Éste escaló la duna de varios metros reptando y tuvo cuidado de no ser visto al otro lado cuando se asomó para ver qué había más allá.
—Creo que no somos suficientes para un asalto, general. —Después observó con detenimiento el panorama que se escondía al otro lado. Luego dio media vuelta y bajó de la duna para regresar con el grupo—. Y ahora insisto encarecidamente en ello, señor.
—¿Está la nave al otro lado? —preguntó el Jedi.
—Está. Son dos naves, como nos temíamos, han organizado un campamento improvisado alrededor. Los dirige ese tal archiduque…
—Craydge —intervino el soldado clon que respondía al nombre clave de Cox.
—Archiduque Craydge —concluyó entonces el capitán.
El viejo Jedi se frotó la barbilla y meditó durante unos segundos. Dio unos pasos lentos hacia la duna, bajo la mirada atenta de todo el escuadrón.
—Vaya —dijo al fin—, esto acaba de convertir esta misión en una mucho más interesante. Prepare a sus hombres, capitán. Vamos a tomar ese puesto y arrestar a ese Acólito del Lado Oscuro.
El capitán Hock no había contrariado jamás ninguna orden, aunque era frecuente que diera su opinión acerca de lo que, en su opinión, era o no más conveniente antes de ejecutar una maniobra cualquiera. Pero había trabajado el tiempo suficiente con otros Caballeros Jedi como para saber que esta clase de asombrosos guerreros solían subestimar el peligro. Más aún cuando había Acólitos del Lado Oscuro o Lores Sith implicados.
Pero aquello era una imprudencia total, y debía velar por encima de cualquier otra cosa por la vida de su pelotón.
—General, lo más sensato sería pedir refuerzos. Sólo somos veinte, señor, sin contarle a usted. Nos ganan casi por dos a uno. Al otro lado hay cuatro de esos peligrosos magnaguardias, por no mencionar al resto de superdroides de asalto. —Hizo una pausa incómoda—. Y luego está Craydge.
El antiguo miembro del Consejo Jedi encaró directamente al capitán con el ceño ligeramente fruncido. La expresión habitual de Alongh solía ser afable, pero en esta ocasión mostraba una ferocidad temible.
—No podemos esperar refuerzos, capitán Hock. ¿Lo entiende?
El capitán movió sólo ligeramente la cabeza, pero no llegó a ser una afirmación. Su casco le protegía de cualquier emoción aparente, aunque el Jedi presintió su preocupación.
—Prepare a sus hombres para el ataque.
—Como ordene, señor.
Noky Alongh llevaba meses combatiendo por su cuenta en el borde exterior. No había aceptado el apoyo de otro Caballero Jedi, como le aconsejaron sus amigos en el Consejo. Le gustaba trabajar solo. Los clones solían ser una ayuda necesaria, por supuesto. Pero no necesitaba más. Y siempre acudió a las misiones de campo con el menor número posible de ellos.
Acababa de llegar a este alejado planeta en el sistema Crisen. Le habían adjudicado el Escuadrón 315 del comandante Tudd. El único disponible en el momento en que salió de Coruscant para realizar esta misión.
Solía ser el escuadrón habitual del Maestro Shull y sus acompañantes, Masse y Lebashi. Tenía gracia, sólo el día antes de partir, había recibido en su propia casa la visita de estos tres Caballeros Jedi. Le habían consultado acerca de los restos de crisaidar encontrados en la lanzadera señuelo del Canciller Palpatine que sufrió un atentado. Esperaba haber servido de ayuda. Y ahora estaba aquí, “con los clones de ellos”, podría decirse. Negó con la cabeza y una sonrisa acudió de nuevo a su rostro.
—¿Capitán Hock?
—¿Sí, señor?
—No quiero que tres Jedis que ambos conocemos muy bien se enfaden conmigo, así que tiene mi autorización para ordenar la retirada si la cosa se pone realmente fea.
—La cosa estará realmente fea en cuanto superemos esa duna, general Alongh.
—Su valoración realista de las cosas, capitán, es su debilidad. Muchas veces la Fuerza nos demuestra que poco puede ser mucho, y que la estadística cede ante la sorpresa.
El capitán contempló entonces la punta de sus botas. Su voz sonó casi como un susurro.
—Señor, la Fuerza no hace ese tipo de demostraciones a menudo.
Alongh emitió un carcajada que tuvo que reprimir cuando su volumen empezó a ser excesivo. Puso la mano en el hombro protegido del clon y asintió.
—Tiene razón, capitán, pero esfuércese por ver la luz al final del pasillo, no vea sólo el pasillo.
Noky Alongh sabía que Craydge ya era un soldado excelente antes de someterse a las mejoras cibernéticas de la Tecno-Unión; además, las enseñanzas en el terreno del Reverso Tenebroso a cargo del Conde Dooku lo complicaban todo mucho más, así que difícilmente podría derrotarle. Pero el Lord Sith no había dispuesto de mucho tiempo para enseñar los caminos siniestros de la Fuerza a sus nuevos aprendices (y se acordó de ese otro, el tal Naris Adelvan), así que más que el anverso de la moneda de los Jedis, estos nuevos discípulos del Conde no eran más que máquinas de matar. Pero espeluznantes máquinas de matar, no obstante.
Craydge no podría haber avanzado mucho en el dominio de la Fuerza, pero su esgrima podría ser letal y sus capacidades físicas mortíferas, aunque no pudiera servirse del escenario que le rodeara del modo en que Alongh podía hacerlo.
Debía concentrarse antes de que comenzara el asalto, invocar todo su poder y conocimiento de la Fuerza en un ataque único y devastador que equilibrara las cosas. Después, la habilidad de los soldados clon y su Sable de Luz harían el resto.
Aún así no se hizo ilusiones, incluso a pesar de su experiencia, Craydge era demasiado poderoso para él. No contaba con derrotarle. Pero si una cosa sabía Noky Alongh, era que estos Sith y sus sirvientes más destacados solían acompañar sus demostraciones de poder con escapadas en el último momento. Incluso aunque quedándose a luchar pudieran acabar con los peligros que les amenazaban, todos los discípulos del mal optaban por la huída cuando sus enemigos se resistían. Y no sería él quien impidiera que el archiduque escapara de allí.
—Capitán Hock, a mi señal saltaremos al otro lado de la duna y atacaremos con todo lo que tengamos. No debemos destruir el carguero, ni las balizas y antenas de comunicaciones, a ser posible. Y que nadie haga fuego sobre la nave de Craydge.
—¿Cuál será la señal de ataque, general?
—Cuando diga ahora. ¡Ahora!
Noky Alongh dio un salto de varios metros que superó la enorme duna y cayó justo en el medio del campamento situado al otro lado. Las dos naves estaban fuera del círculo formado por contenedores de carga y todo el extenso equipo de comunicaciones. Los superdroides se giraron para mirar hacia el punto donde él había aterrizado. El anciano Jedi extendió los brazos y una esfera de energía invisible procedente de la Fuerza atacó a todos los enemigos robóticos que le circundaban. Éstos fueron despedidos hacia los contenedores que formaban el campamento y cayeron. Más de una docena de droides habían quedado momentáneamente fuera de combate, pero no todos se habían visto afectados por el ataque telequinésico, y otros más parecían salir en ese instante del interior de la nave carguera.
Pero los clones ya sobrepasaban el punto más alto de la duna en ese momento, avanzando a la par que disparaban contra los superdroides que suponían una amenaza.
La imagen del archiduque Craydge conmocionó a Alongh. Sabía que su aspecto sería pavoroso, pero no esperaba encontrarse ante una pérdida de humanidad tan penosa a favor de la tecnología más asesina y vil. Allí no quedaba casi nada ya de humano, y el ser cromado y monstruoso que le contemplaba desde unos sensores rojos allí donde antes hubo ojos, sólo servía a la muerte y a la sinrazón. Habría que destruirle. Pero no debía salirse del plan. Todo a su tiempo.
Mientras los superdroides de combate que quedaban y los soldados clon se enzarzaban en una lucha de caos y blasters, el Maestro Jedi y el archiduque caminaron lentamente el uno hacia el otro. Las descargas de energía que se disparaban al margen de ellos, les obligaba a alzar la voz.
—Sabía que estabas corrompido, Craydge, pero convertirte en una marioneta de Dooku no te saldrá rentable en el futuro.
—Como siempre, los Jedis creéis saberlo todo acerca de vuestros enemigos. —La sombría modulación de su voz mecanizada se alzó por encima del ensordecedor ruido de ambiente—. Me encanta aprender cosas nuevas, sí, si eso me sirve para ser más poderoso. Pero mi lealtad, anciano, es sólo para mí.
—He oído eso antes. Os creéis independientes, pero al final acabáis siendo manipulados, usados y… no te quepa duda, desechados.
—Ésa es la excusa del que ya no sirve para nada, y aquí, el único exiliado, desechado y quitado de en medio, eres tú, Noky, viejo amigo.
El viejo Jedi sabía que el archiduque sólo deseaba enojarle al llamarle por su nombre de pila y tan irrespetuosamente. Era la primera vez que se veían, así que la amistad que existía entre ellos no era tal.
Hubo entre ambos un frío cruce de miradas.
—No eres fácil de provocar, viejo —dijo el esbirro de Dooku.
—Uno de los dos tiene que serlo, Craydge. Con uno que se enfade con facilidad, es suficiente. Y ése eres tú. De hecho, voy a decirle a uno de mis clones que se tome unos pocos segundos para destruirte, antes de seguir con lo suyo. Yo me encargaré del verdadero peligro, tus magnaguardias.
Pero Noky Alongh no se movió de donde estaba, aunque se llevo un dedo al centro de sus labios y emitió un silbido fuerte propio de su raza. Ninguno de los soldados del capitán Hock respondió, pero el plan surtió efecto, Craydge avanzó como un speeder fuera de control hacia él. Alongh lo esquivó con un salto doble por encima de su cabeza y dio un par de vueltas por el suelo al caer y levantarse con un ataque efectuado al mismo tiempo en que activaba su azulada espada láser, cortando en dos la cintura de uno de los magnaguardias. En su siguiente movimiento interceptó la electrovara de un segundo guardaespaldas droide que le eligió como objetivo. Detuvo otras tantas acometidas de este enemigo, mientras veía de reojo cómo el archiduque activaba su jetpack integrado a la espalda y volaba por los aires como un cohete en su dirección. Y un nuevo magnaguardia se sumaba al combate. Se concentró para arrojar a uno de esos peligrosos droides contra el otro. No serviría para destruirlos, pero se los quitaría de en medio unos segundos.
Craydge aterrizó delante suyo, con su Sable de Luz de haz rojo buscando su cabeza, Alongh interpuso el suyo y desvió el arma del archiduque, y luego giró en torno a sí mismo para propinar una estocada desde el ángulo contrario. Pero su sable se estrelló con un campo de fuerza que apareció de repente en torno a Craydge, y que incluso hizo retroceder a Alongh. Era semejante al de los droidekas, aunque se desactivó una vez repelido el ataque. Debía tener un sensor de actividad energética que activaba el campo de fuerza para proteger el cuerpo del archiduque de todos los ataques que se le acercaban demasiado. Como si con su blindaje corporal no fuera suficiente.
—Sólo el que no confía en su buena esgrima, usaría un truco así, Craydge.
—Vaya, eso lo dice el mismo abuelo que ha inutilizado a mis droides con un golpe de Fuerza.
—El poder de la Fuerza es un don natural. Pero tú recurres a ingenios tecnológicos.
—Me encanta todo lo que tienes que decirme —y dicho esto, el archiduque se arrojó con su sable contra el Maestro Alongh—… ¡no pares de hablar!
Nuevamente, las estocadas de Craydge fueron repelidas por el Caballero Jedi no sin esfuerzo. Y cada vez que Alongh burlaba la defensa del archiduque y la hoja de su sable estaba a punto de alcanzar una extremidad, el campo de fuerza se activaba y le desplazaba de su espacio mínimo vital.
—Asombrosamente cobarde incluso para ti, Craydge.
—Intento evitar disparos blaster a mi espalda, mi feo amigo.
De improviso, el brazo armado segmentado del esbirro de Dooku se extendió varios metros como si fuera retráctil, y no logro herir al Jedi por muy poco. Luego el brazo se contrajo y recuperó sus dimensiones habituales.
—Brazos extensibles —aclaró el archiduque, como si fuera necesario explicarlo—. Pueden prolongarse hasta seis metros.
—Eres todo un prestidigitador. Tu capacidad para la sorpresa es tan grande como tu cobardía. Bueno, quizá no tan grande.
El capitán Hock en ese momento, respaldado por el soldado Cox y otros clones anónimos, consiguieron destruir a todos los magnaguardias, no sin antes perder a tres hombres en el intento. De hecho, los superdroides habían dado buena cuenta de los soldados de la República, consiguiendo reducir su número a menos de la mitad. Pero, por supuesto, a costa de su propia destrucción.
Y como el archiduque se veía prontamente luchando en solitario, se giró para contemplar la rampa abierta de su caza espacial.
El Maestro Alongh observó este movimiento y pudo presentir el éxito de su plan. Sabía a ciencia cierta que Craydge huiría de inmediato. Para acelerar esta decisión, se lanzó con su sable en alto y un grito de furia propio de su especie.
El archiduque volvió a usar los motores aerodeslizadores de su jetpack para volar toda la distancia que le separaba de su nave, luego subió a pie apresuradamente la rampa mientras ésta se iba cerrando. Su defensa de escudo se activaba automáticamente cada vez que los soldados clon le disparaban acertadamente, repeliendo todos los ataques hasta que la rampa se cerró completamente.
—¡Capitán Hock!
—¡Entendido, general!
Los motores se encendieron y la nave se alzó, y el capitán Hock aprovechó para dispararle un rastreador.
—Lo tenemos, general.
—Bien, era todo lo que quería.
El soldado Cox se acercó a una de las dos torretas de cañones de iones que los droides tenían en el campamento. Típico armamento antiaéreo de un puesto avanzado. Su oficial le miró.
—¡No lo uses, Cox!
Pero el soldado lo empleó para disparar a la nave. Aunque no la acertó por muy poco.
El capitán Hock conocía de sobra a Cox y su sobrada puntería, sabiendo que había fallado a propósito.
Cox se encogió de hombros.
—Sólo quería recordarle que en el campamento había dos torretas de cañones de iones. Por si decidía dar la vuelta y pulverizarnos con los blasters de su caza espacial.
El capitán y los cuatro clones supervivientes rieron el comentario.
—Gracias. Muy oportuno, soldado —admitió el viejo Jedi—. Y ahora confisquemos todo el material que estos droides nos han dejado en el carguero.
El oficial clon se acercó al Jedi y señaló al punto negro que se alejaba en el cielo.
—¿Y el archiduque Craydge? ¿No vamos a ordenar seguirle?
—En realidad, vamos a esperar que llegue hasta donde quiere llegar, capitán. Y luego alguien le hará una visita. Si vemos que se sale de nuestro radio de acción de rastreo, comenzaremos a seguirle antes, para no perderle de vista. Créame, Hock —y desactivó la energía de su Sable de Luz, se cruzó de brazos y se introdujo dentro de la desamparada nave droide—, nos ocuparemos de Craydge muy pronto.